Jorge Grecco

Ni bien la encontré no sabía que era. Una casa en una esquina, con unas cortinas blancas medio a la antigua y un cartel en letra cursiva con el nombre de un señor. Seguí caminando y entendí todo al ver unos sillones blancos de peluquería y a su dueño cortando el pelo a un cliente.
De estas peluquerías quedan pocas. Donde el peluquero es tu amigo del barrio y te corta el pelo desde hace 15 años, ese pelo que ya casi ni tenés pero a vos te entretiene ir porque charlan sobre el país, el fútbol, los pibes, las mujeres entre otras cosas.
Su mujer, lo acompaña ayudándolo en varias tareas como cobrar, barrer el pelo que se corta y cae al piso, servir cafecito rico y reírse con ellos entre tijera va tijera viene.
Se nota que los clientes son pocos, calculo que serán los amigos y conocidos del barrio, pero a ellos se los ve trabajar cómodos, respetando el horario de la siesta y comenzando a la tardecita con nueva energía para seguir tijereteando.