Hay un tufillo a hoja húmeda al entrar en la estrecha tienda del escritor. Hay libros en anaqueles y abajo revistas apiladas sobre tomos y tomos sobre revistas. Una orgía poco entusiasta. Recuerdo que cuando adolescente me decían que aquí venía a comprar Krueger, Jason, Béla Lugosi. Por eso siempre pensé que el lugar estaba maldito o algo así, pero ya crecido me percaté que todos esos apelativos irónicos hablaban del tata. Y no es menor el dato, porque gracias a la amistad con el dueño es que esta librería era la predilecta del dictador. Mi experiencia con librería también tiene un tinte medio político. En ese entonces buscaba libros del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. Eran escasos, por no decir nulos. Pero aquí tenían dos tomos. Uno era«Hora Cero», un amplio poemario sobre la guerra, lucha y libración del pueblo nicaragüense de las manos pérfidas de la dinastía Somoza. El libro no estaba a la venta porque estaba firmado por Pablo Neruda en dedicación Cardenal(Neruda publicaba clandestinamente los versos de cardenal en una revista chilena). El segundo era«Salmos», y eran poemas que cambiaban los salmos en reflexiones de la Latinoamérica de los 70. Lo compré, aunque su precio era 10.000. Porque así es con esta librería, no se andan con chicas ni flacas, y mayoritariamente son portadores de primeras ediciones o de textos ya no reeditables. Recomendado para un ahorrador o para quien quiera conocer parte de la literatura chilena(tema en que la librería se destaca).
Dago F.
Place rating: 4 Santiago de Chile, Chile
La primera vez que fui a la Librería de Luis Rivano,(cuentista, novelista, dramaturgo y ex carabinero) estaba en primer año de universidad y llegué sin tener idea quién era este señor. Inocente le pregunté por un libro que nos habían hecho leer. Y lo tenía, sólo que era una edición de lujo que costaba más de 100 lucas. Ahora cada vez camino por el Barrio San Diego, entro a la librería a observar los tesoros que esconden sus estantes viejos y con olor a hojas antiguas. Me detengo en las cámaras de colección de la vitrina de enfrenten y de vez en cuando le pregunto a don Luis si es que funcionan, para que él responda, como siempre«no sé». Sus revistas de tiempos ya extintos y de temáticas que ya a nadie le interesan, son historia aparte. En resumen, la Librería de Luis Rivano, San Diego 111, es uno de esos espacio a los que hay que entrar sólo si se anda con tiempo, porque tratar de escapar de esa atmósfera envolvente de verdad que es complicado.