Uno de esos rincones mágicos de Santiago, en que a pocos minutos de lo urbano, se puede comer en sillas de fierro a la orilla de un río. Los Gordos descansa al fondo de un cerro en El Arrayán, con una carta sencilla pero directa, de platos bastante acotados de tamaño, pero precios de elaboración. Me pedí un filete a lo pobre que estaba perfecto, aunque la demora en la atención es notoria, probablemente porque parece ser una sola(y muy locuaz) persona las que atiende todas las mesitas del restorán, incluyendo el exterior. Pero vale la pena, para ir sin apuro, o simplemente a desconectarse un rato del bullicio mundanal, y reemplazarlo por el agua corriendo y una mesa en piso de tierra.