Cuicuilco

La falta de difusión ha hecho que muchos consideren a Cuicuilco un lugar poco atractivo, menos famoso que su vecino del norte, Teotihuacán, pero no por eso menos trascendente como huella de una gran civilización. No por nada fue el primer centro ceremonial levantado en la cuenca sur del Valle de México, extinguido por la erupción del volcán Xitle, lo que obligó a la migración justamente hacia Teotihuacán, incrementando su auge.
Además de una vista por demás complaciente sobre la cima de la pirámide circular, no está de más recalcar que Cuicuilco tenía una extensión aproximada de 400 hectáreas, que ahora abarcan desde el Gran Basamento hacia el Parque Ecológico Loreto y Peña Pobre, al cruce de Insurgentes en Villa Olímpica y hasta el Bosque de Tlalpan, donde podemos encontrar algunas construcciones de piedra volcánica y escalinatas que parecen no tener sentido, pero que definitivamente dan una idea de la trascendencia de un sitio ceremonial que es más que sólo una pirámide y que en definitiva forman parte de nuestra historia.

Una pirámide prehispánica se encuentra a un costado del Anillo Periférico, al sur de la Ciudad: se trata de un centro ceremonial construido por los antiguos pobladores de la región. Está cubierta de pasto, parece un pequeño monte, y en su base está rodeada de antigua lava que hoy son elevados muros de piedra volcánica.
Bordeando la pirámide se accede a la cima, y al llegar a ella, como inexplicable, como salida de la nada, está una cámara mortuoria de piedra. Esta zona de la Ciudad me gusta mucho porque aún se conserva despejada, se pueden ver en el horizonte las montañas que bordean el Valle de México, y a un lado y otro del Periférico, la vegetación es abundante: desde el Pedregal hasta la Avenida San Fernando sobreviven muchos árboles, y ni qué decir de la Ciudad Universitaria, que es verde.
La vista desde esta cámara mortuoria es abierta, y la mirada se libera por un momento.

En esta ocasión para hablar de Cuicuilco tenemos que recordar nuestras clases de historia. Como recuerdas, los Olmecas son la civilización más antigua de Mesoamérica, y se cree que los habitantes de esta zona arqueológica son más o menos de la misma e´poca, por lo que Cuicuilco seríà la primera civilización del Valle de México, incluso antes de los aztecas.
Cuicuilco significa «lugar donde se hacen cantos y danzas» y actualmente hay un Museo (desde 1970) en dónde se preservan los vestigios de dicha civilización, anexo a lo que queda de la pirámide.
En aquella pirámide antiguamente se adoraba a Huehuetéotl, Dios del Fuego, quien, cuenta la leyenda, un día por capricho decidió destruir la ciudad al hacer que el volcán Xitle hiciera erupción.

Esta pequeña zona arqueológica ha quedado atrapada en el centro de la civilización y es una prueba de que no somos nada, por mucha tecnología, caminos nuevos o plazas comerciales que haya, nuestros antepasados siempre sobresalen y nos hacen volver al origen.
Y es que la pirámide circular que se alza con vista al Ajusco es sólo un ejemplo de lo que éramos mucho antes de su desaparición; una civilización que nos dejó un patrimonio y una huella imborrable a pesar del tiempo y de la invasión humana que cada vez se expande más a su alrededor.
Un lugar único para ver el equinoccio de primavera, llenarte de energía y para conocer más del pasado de nuestro hermoso Tlalpan. Hay un museo al lado, por lo que pasarás un buen tiempo entretenido leyendo acerca de esta cultura y de cómo se formó lo que ahora es el sur de nuestra ciudad.

Este lugar es una de las pocas zonas arqueológicas que aún pueden visitarse dentro de la Ciudad de México.
Cada año, al iniciar la primavera, cientos de personas acuden a este lugar para recargarse de energía.
Después de visitar el museo y leer un poco, te das cuenta de que el paisaje desértico que caracteriza a ésta zona de las ruinas circulares de Cuicuilco no sólo son resultado del cambio climático, sino también de este famoso cráter que sepultó lo que quedaba de aquella civilización, aunque en aquel momento Cuicuilco se encontraba casi abandonado por sus pobladores.
Es un lugar mítico, en donde te sientes completamente fuera de la ciudad y te envuelve en un ambiente completamente diferente dentro de éstas ruinas.

Es el primer asentamiento urbano en el Valle de México. Con el tiempo Teotihuacán le comió el mandado a Cuicuilco. Si al auge de la Ciudad de los Dioses le sumamos la erupción del volcán Xitle en el sur de la Ciudad de México tenemos la receta perfecta para el mito. Su desaparición me parece similar a la de la Atlántida. Una civilización avanzada, la primera en asentarse en la región más benévola del país, el altiplano. Gente que levantó la única pirámide circular, que gestó rituales, conocimiento y a los dioses. Nada había más avanzado que ellos, Teotihuacán no existía. Después un desastre natural termina con todo y los sobrevivientes se dispersan. Su conocimiento y sabiduría pronto son absorbidos por otras culturas pero nunca vuelve a ser lo mismo. El origen de todo se perdió en el tiempo por siempre. Sólo quedan piezas sueltas que nunca completan la imagen completa de la primera cultura en el Valle de México.
En el lugar queda el testimonio y una invitación a la imaginación para ver desde su cima un valle lleno de agua, el horizonte de las montañas y cerros. Un espacio vacío que se llenaría con lo que empezaría a tomar forma como México.