Como buena hija de mi madre, soy amante de las joyas. Sí, de las joyas buenas, nada de bisutería ni baratijas que a las 2 puestas te dejan el dedo verde o urticaria en el cuello. Mi obsesión por la joyería empezó desde pequeña y la inconsciente de mi madre contribuyó a aumentarme el vicio llevándome desde muy pequeña al Centro Joyero, el lugar de mis sueños. Pasillos y pasillos enteros llenos de locales atiborrados con anillos, dijes, aretes, cadenas, collares, pulseras, monedas, todo lo que una niña puede soñar. Después de tantos años de entrenamiento he de decir que me he vuelto una experta reconociendo quilatajes, gemas preciosas y semipreciosas y el tipo de trabajo de cada país, y claro, ya tengo unos 5 locales que son mis favoritos y a los que recurro cada que alguien me quiere hacer un regalo(yo incluida). Uno de esos es el de Jacobo. Puedo decir sin exagerar que tiene los anillos más bonitos de todo Madero 55, además de que siempre tiene mercancía nueva, cosa que no sucede mucho cuando se trata de joyería fina. Muy a la vieja usanza, Jacobo y sus dos empleadas(que son un encanto) te preguntan tu nombre, te aconsejan sobre cuál pieza de joyería les gusta más y va mejor con tu estilo, además de cuál es una mejor inversión. Para cuando regresas, tú ya eres su cliente y te tratan como si te conocieran de toda la vida.