Para un cincuentón como el que esto escribe, la visita a La Hija de los Apaches resulta una maravillosa experiencia sociológica. En esta pulquería un viernes a las 2 de la tarde una pléyade de preparatorianos y universitarios de recién ingreso a la facultad se dan cita para echar desmadre de una muy civilizada y escandalosa forma. Una rocola ameniza la temprana tarde y en el centro del feudo de Don Pifas, un boxeador en el retiro, varios de los concurrentes desfogan sus afanes rítmicos al son de «Como te voy a olvidar… como te voy a olvidar…». En La hija de los Apaches, únicamente se venden pulque y caguamas(botellas de cerveza de cuando menos 1 litro de capacidad). La calidad y sabor del pulque ya sea en curado o natural cumple de manera sobresaliente. El tarro de curado de avena cuesta 25 pesos. El de blanco 15 pesos. Si la intención es comer aparte de chupar pulque o chela, se puede llegar armado con tortas u otras viandas que sean de fácil transportación. La seguridad para entrar es la versión «light» de los aeropuertos en Estados Unidos. Un lugar al que sin duda regresaré.