Todos sabemos que los restaurantes en las zonas turísticas de playa se rigen por estándares de servicio de un universo paralelo, pero nuestra visita a Mr Singh fue de lo más pintoresca. Cuando llegamos, no había literalmente nadie en el restaurante, y nos atendió una chica que estaba sentada en la terraza tomándose algo y que se identificó como«una amiga del dueño que se había ido a dar una vuelta y ahora vendría». Pedimos cuatro cervezas y necesitó veinte buenos minutos para servirlas. Y en ese instante nos dimos cuenta de que esta«amiga del dueño» tan graciosa ¡tenía toda la pinta de haberse tomado unas cuantas copas! Se ofreció a «cortarnos un poquito de queso» pero muy amablemente declinamos la oferta para tenerla lo más lejos posible de un cuchillo afilado. Ahí fue cuando entendimos por qué siempre veíamos vacíà la terraza del restaurante. En un rato llegó el dueño y pudo relevar a su tan amable amiga. Dado que el nombre del restaurante y el propietario son indios, dedujimos que su especialidad sería –como es evidente– la comida india. Para nuestra sorpresa la carta tiene una enorme variedad de comida de este país, pero también pasta italiana, pizzas, hamburguesas y perritos calientes… hasta alcanzar un total de 187 platos. Pedimos comida india que realmente fue una decepción: las salsas que acompañaban a los papadoms eran ¡ketchup, salsa cocktail y agridulce! en vez de chutney de mango y yogur con menta, el pollo korma y el vindaloo eran de salsas de bote que se habían agarrado a la sartén, el arroz llevaba mucho tiempo hecho y el cheese naan era una auténtica bola de grasa. Ciertamente no esperábamos el nivel culinario de un curry house del East End de Londres, pero Mr Singh es un desastre de negocio que no llega ni a la suela del restaurante indio más corrientito de Lavapiés en Madrid, y que lamentablemente debería replantearse muy seriamente su carta, su cocina y su atención al cliente.
