Esta pequeña cafetería-galería de arte justo enfrente de Santa Cecilia in Trastevere parecía un sitio muy majo en el que tomarse un buen café en los silloncitos que tienen fuera, que son bastante agradables si obvias la típica situación romana de tener que levantarte de la terraza porque los coches no caben por unas calles por las que no deberían permitir su tránsito. Entramos y pedimos dos cafés, preguntando si tenían leche de soja, a lo que la persona que atendía, obviamente embriagada de buena mañana por Dios sabe qué sustancia, nos contestó con mucho cachondeíto que no eran tan modernos. Pasó una planta rodadora en ese momento, claro, porque si tener una cafetería-galería de arte en el Trastevere no es ser moderno, tengo un serio problema conceptual. Pero mira, nos tomamos nuestros cafés en los silloncitos, vamos a pagar y nos dice en italiano que son 3,5 €, pero que no le viene bien cambiarnos nuestro billete de 20 €; doble planta rodadora, rebuscamos en los bolsillos, no tenemos suelto y nos admite el billete, devolviéndonos 15 €. Le decimos que cómo es eso y nos responde en inglés que, obviamente, dos cafés son 5 €. Por no entrar en una discusión con una persona claramente drogada y no muy amable decidimos claudicar, pero que aquí quede esto para los que puedan sentirse tentados por sus cómodos sillones negros en bello lugar: en este lugar te vacilan y te timan.